Soneto 119. EL DIVÁN DEL TIEMPO
Sentado en el diván del tiempo, espero
al ultraje del eclipse que espía
y al fuego que se agita cada día
pensando si recuerdas que te quiero.
El sol, plácida esfera de alegría,
sale temprano y se pone postrero
dibujando horizontes con esmero
en la soledad de la lejanía.
En el alto vuelo revolotea
caluroso amor, que nunca contuve,
que es ardiente cuanto más te merodëa.
Por más caminos que, a solas , anduve,
lo único que en mi corazón otea:
¡te tuve, ... , pero jamás te retuve!.
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