Soneto 51. EL RELOJ TENDIDO
Hay un reloj tendido en lo más alto
que presume de ser un reloj blando,
que suena a tamborrada redoblando,
que se consume en alquitrán de asfalto,
que luce en oro, níquel y cobalto,
que se oculta en el ocaso pensando,
que se derrite de amor, tiritando,
que es riachuelo mojado en cada asalto.
En la niebla se ocultan las manecillas
de otros relojes que no marcan horas
y que son tan frágiles como arcillas.
Y en los puertos, - relojes en las quillas -,
se miden con inclinadas escoras
las olas que azotan a las barquillas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario