Soneto 28. DISUELTO EN LA QUIMERA
Sembré, por tu amor, mi voz de congoja;
la regué con agua de una fuente
seca y la segué, con tan poca suerte,
que todo en ti me indujo paradoja.
En otra tarde gris, que se deshoja,
lo dejo todo por cruzar el puente
que nos une... . ¡Quiero que tú seas fuerte
y que el espejo del agua te escoja!.
El viento me aparta y yo aquí estoy, lo sé,
perdido en un laberinto de espera
sin saber quién soy. Lejos escuché
los tambores de paz de primavera
y todo cuanto en la vida luché
se ha quedado disuelto en la quimera.
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