Soneto 56. LA CUMBRE
Pues que no se te quede en esta duda
que si, a veces, voy solo y no navego,
también, a veces, busco este trasiego
y hago de mi cuerpo sombra muda.
A veces, luego, pienso que eres pura
y, después, me desplomo en un lamento
al ver cómo arremetes contra el viento
en busca de otra frágil cobertura.
Como un barco de plata en mar me siento
- cautivo estoy de aquello que cautiva -,
tan valioso y, sin al mismo tiempo,
valer nada.
En ti lo que me estriba:
¡ la verdad de una suerte a la que tiento
por llegar a la cumbre o... más arriba!.
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