Soneto 22. AMOR DE INVERNADERO
Leve es el deseo de tu mirada
cuando tú por mis sueños resplandeces.
Dices que de todo y nada careces
cuando anhelo tu pelo en mi almohada
y aseguras, con voz dulce y pausada,
un despertar repentino. Pareces
haber alertado a todos los peces
que dormitan en la acequia dorada
de mi acuario. En este desvío
de mi atención, te he visto primero
y, al besarte, comenzó el desafío
en la cornisa de mi invernadero.
¡Lástima de tantos días de frío
sin decirte lo mucho que te quiero!.
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