Soneto 40. JACUZZI
A este jacuzzi, viajando en piraguas,
me has traído - con los dos ojos vendados -
y, en los poros de la piel, salpicados,
se me han filtrado salvajes naguas.
En un torbellino de mil paraguas
se han de quedar los cuerpos sosegados
y en mi leve ceguera irán hilados
nuestros besos - como las gotas de aguas -.
En el placer desnudo de tu aliento
voy remando hasta que, por fin, me quemo
con cada yema de dedo que siento.
En tu tórrida humedad me caliento
y huyo - de todo lo indigno y blasfemo -
en cada recodo roto del viento.
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